Mi hermano Michael Bloomberg,
Excelencias, distinguidos invitados, queridos colegas y amigos:
Buenos días, buenas tardes y buenas noches; estoy encantado de estar con ustedes.
Aunque el Día Mundial de la Obesidad es un evento anual, el impacto terrible de la pandemia de COVID-19 en el último año hace que nuestra reunión de hoy sea más importante que nunca.
La COVID-19 se ha ensañado con las personas con obesidad, que son más propensas a ser hospitalizadas y tienen una mayor probabilidad de sufrir enfermedades graves y muerte.
Al mismo tiempo, la pandemia ha dificultado aún más la lucha contra la epidemia de obesidad.
Ha hecho más difícil para muchas personas participar en actividades físicas, mientras que las dificultades económicas y las interrupciones en la distribución han reducido el acceso a alimentos seguros y nutritivos.
El aislamiento también ha aumentado dramáticamente, lo que a menudo ha derivado en una angustia psicológica que empeora la obesidad.
A nivel mundial, la obesidad casi se ha triplicado desde 1975. En 2016, más de 650 millones de adultos eran obesos, o alrededor del 13% de todos los adultos a nivel mundial. La prevalencia de la obesidad en los niños se duplicó con creces en las últimas dos décadas.
Es preciso contar con estrategias integrales y coherentes para la prevención y gestión eficaces y sostenibles de la obesidad, trastorno causado por múltiples factores, que afecta a las personas de países ricos y pobres.
Los impactos de la obesidad en la salud son muy amplios, y entre ellos se encuentran la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la depresión, la impotencia, la enfermedad de órganos, las complicaciones en el parto y los trastornos del sueño.
Los niños con obesidad son más propensos a experimentar ansiedad, depresión e intimidación, lo cual puede generar un círculo vicioso.
La obesidad, y la enfermedad y discapacidad que esta causa, suponen un impacto económico significativo en términos de los costos de salud, la pérdida de productividad y los obstáculos asociados para el crecimiento económico.
La Asamblea Mundial de la Salud estableció metas para la reducción del sobrepeso y la obesidad en niños, adolescentes y adultos. Pero todavía tenemos un largo camino por delante, y la pandemia nos ha hecho retroceder aún más.
Tenemos que revertir la tendencia, de tres maneras.
En primer lugar, tenemos que luchar contra la obesidad con instrumentos de salud pública, ampliando las medidas para prevenirla, controlarla y supervisarla.
La prevención de la obesidad comienza con una buena nutrición materna y el control del aumento de peso durante el embarazo.
Una buena nutrición infantil es fundamental. Los profesionales médicos deben apoyar activamente la lactancia materna, especialmente para las familias en circunstancias estresantes.
La responsabilidad va más allá de la familia. Es preciso que los empleadores promuevan un lugar de trabajo favorable a las familias donde las mujeres puedan amamantar a sus bebés. Y debemos seguir haciendo frente a los esfuerzos de la industria para socavar la lactancia materna mediante la promoción de sucedáneos de la leche materna.
La lactancia materna debe ir acompañada de alimentos complementarios nutritivos y una ingesta limitada de azúcar a esas edades tempranas.
Lamentablemente, la mayoría de los productos destinados a los niños tienen un alto contenido de azúcar, como cereales, productos lácteos y muchos refrigerios.
Y también es preciso crear una sociedad activa, entornos activos y sistemas activos, siguiendo las recomendaciones del plan de acción mundial de la OMS sobre actividad física.
En segundo lugar, tenemos que luchar contra la obesidad con instrumentos financieros y normativos, para hacer que las dietas saludables sean más accesibles y asequibles.
Eso supone utilizar instrumentos de fijación de precios, como impuestos y subsidios, y regular la comercialización de alimentos a los niños.
Debemos informar claramente a la gente sobre el contenido nutricional de los alimentos que compran y consumen, de una manera que incluso los niños pequeños puedan entender.
Eso supone también garantizar que solo los alimentos saludables se sirvan o vendan en instituciones públicas, como escuelas, hospitales, centros comunitarios y oficinas gubernamentales.
En tercer lugar, tenemos que luchar contra la obesidad con instrumentos clínicos, proporcionando una atención de calidad a los niños y adultos que viven con obesidad.
La OMS está elaborando recomendaciones locales adaptables y fundamentadas en la ciencia para la atención de niños y adolescentes con obesidad y para los niños pequeños en riesgo, que se imparten a nivel de atención primaria de salud.
Excelencias, colegas y amigos:
Al igual que la COVID-19, la obesidad es un reto mundial que solo puede afrontarse con una respuesta mundial.
Debemos trabajar juntos, en todas las instituciones y disciplinas, para formular soluciones prácticas a fin de reformar los sistemas alimentarios, abordar las causas subyacentes de la obesidad y ayudar a las personas a alcanzar y mantener un peso saludable.
La OMS tiene el placer de colaborar con la Federación Mundial contra la Obesidad, el UNICEF, la Fundación Bloomberg y otras partes interesadas para intercambiar perspectivas hoy y unirnos en la lucha contra la pandemia de obesidad.
Este es también un año especial porque el Secretario General de las Naciones Unidas ha convocado la Cumbre de Sistemas Alimentarios, lo cual nos da una oportunidad excepcional de tomar medidas para revertir la crisis de obesidad.
Con instrumentos de salud pública, instrumentos financieros y normativos e instrumentos clínicos, podemos controlar este trastorno mundial devastador.
Tenemos la obligación de darles a nuestros hijos, y a los niños del mundo, un entorno en el que los alimentos nutritivos y las dietas saludables sean la norma, no la excepción.
Gracias.