Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
En relación con la COVID-19, hay buenas noticias.
La semana pasada se registró la cifra más baja de muertes por COVID-19 desde los primeros días de la pandemia.
No obstante, en algunos países se siguen dando importantes repuntes de casos, con la consiguiente presión sobre los hospitales.
Por otro lado, nuestra capacidad de seguimiento de las tendencias es limitada, ya que se ha reducido considerablemente la cantidad de pruebas que se realizan.
Esta semana se reunió el Comité de Emergencias del RSI sobre la COVID-19 y acordó por unanimidad que la pandemia sigue siendo una emergencia de salud pública.
Agradecí sus recomendaciones y estoy de acuerdo en que, lejos de ser el momento de bajar la guardia, es el momento de trabajar aún más para salvar vidas.
En concreto, eso significa invertir para que las herramientas contra la COVID-19 se distribuyan de forma equitativa y, al mismo tiempo, reforzar los sistemas de salud, tal y como se indica en el Plan Estratégico de Preparación y Respuesta de la OMS para 2022.
Reducir la brecha de equidad en relación con las vacunas es la mejor manera de aumentar la inmunidad de la población y de protegerse frente a futuras olas.
Pero no se trata solo de las vacunas.
En los últimos dos años, la OMS ha seguido actualizando sus directrices sobre el manejo clínico de la COVID-19 y precisando sus recomendaciones en base a los últimos avances científicos.
Los tratamientos basados en el oxígeno, los corticosteroides y los antivirales están ayudando a romper la conexión entre la infección por COVID-19 y la muerte.
Las pruebas diagnósticas también están mejorando y son cada vez más accesibles.
No obstante, así como el año pasado dije que la vacunación por efecto «derrame» (trickle down) no es una estrategia eficaz para luchar contra un virus respiratorio mortal, igual de imprudente me parece aplicar esa estrategia al tratamiento y a las pruebas.
Es esencial diagnosticar a los pacientes de riesgo con la suficiente antelación para que los nuevos antivirales sean eficaces, y todas las personas, en todas partes, deberían beneficiarse de ello.
Además, será crucial lograr unos índices más altos de realización de pruebas y de secuenciación para rastrear las variantes existentes e identificar las nuevas a medida que vayan apareciendo.
Los científicos de la OMS siguen colaborando con miles de expertos de todo el mundo para rastrear y vigilar el SARS-CoV-2.
En la actualidad estamos vigilando con atención varios sublinajes de la variante ómicron, entre ellos el BA.2, el BA.4 y el BA.5, así como otro recombinante que se ha detectado, formado por el BA.1 y el BA.2.
Este virus se ha vuelto más transmisible con el paso del tiempo y sigue siendo mortal, especialmente para las personas que no están protegidas ni vacunadas y que no tienen acceso a la atención de salud ni a los antivirales.
La mejor manera de protegerse es vacunarse y recibir las dosis de refuerzo que se recomienden.
Hay que seguir usando mascarillas, sobre todo en espacios interiores concurridos. Y en cuanto a los interiores, hay que abrir ventanas y puertas para mantener el aire fresco, e invertir en una buena ventilación.
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Y mientras seguimos respondiendo a la pandemia actual, la OMS se está preparando ya para la siguiente.
Ya he hablado en otras ocasiones sobre la necesidad de un acuerdo generacional para impulsar las inversiones, la colaboración y el compromiso que necesitamos para proteger nuestro planeta y nuestra gente.
Nuestros Estados Miembros lo están negociando actualmente y la OMS ha abierto el debate a todo el mundo al ofrecer audiencias públicas.
Me da ánimos comprobar la gran diversidad de personas de todo el mundo que alzaron sus voces en la audiencia pública del Órgano de Negociación Intergubernamental, cuya misión es desarrollar un nuevo instrumento para preparar al mundo ante futuras amenazas contra la salud.
Todo el mundo se ha visto afectado por esta pandemia y todas las voces son importantes. Habrá más oportunidades de participar en el proceso a lo largo del año.
La mejor defensa colectiva contra los virus conocidos y, por supuesto, contra la próxima enfermedad X, es un nuevo acuerdo para hacer frente a las pandemias.
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Mañana se cumplen 50 días desde que la Federación de Rusia invadió Ucrania.
En este tiempo, 4,6 millones de refugiados han abandonado el país.
Miles de civiles han muerto, entre ellos niños y niñas.
Se han verificado 119 ataques contra la atención de salud.
Los servicios de salud siguen gravemente afectados, sobre todo en la zona oriental del país.
Por el bien de la humanidad, insto a la Federación de Rusia a sentarse nuevamente en una mesa y trabajar por la paz.
Mientras tanto, es necesario establecer corredores humanitarios para que puedan entregarse suministros médicos, alimentos y agua, y para que los civiles puedan ponerse a salvo.
Hasta la fecha, la OMS ha recibido cerca del 53% de los fondos que necesita para ayudar a Ucrania durante los tres primeros meses.
Quiero agradecer las oportunas contribuciones del Canadá, el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de las Naciones Unidas, la Fundación Novo Nordisk, Irlanda, el Japón, Noruega y Suiza.
También me gustaría dar las gracias a Alemania, al Centro Rey Salman de Socorro y Acción Humanitaria de la Arabia Saudita, al Departamento de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea y a los Estados Unidos por su compromiso de apoyo adicional a la respuesta de salud en Ucrania y los países vecinos.
Sin embargo, se necesitarán más recursos para cubrir las necesidades a largo plazo.
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En Tigré, hace ya tres semanas que se declaró una tregua.
Después de uno de los bloqueos más largos de la historia, cada día se necesitan 100 camiones con suministros para salvar vidas en Tigré.
Desde el inicio de la tregua, deberían haber entrado al menos 2000 camiones en Tigré.
Sin embargo, solo han llegado 20 camiones en total, lo que representa el uno por ciento de las necesidades.
En la práctica, el asedio de las fuerzas etíopes y eritreas continúa.
Para evitar un desastre humanitario y que mueran cientos de miles de personas más, necesitamos un acceso humanitario sin restricciones por parte de quienes refuerzan el asedio.
Además de medicamentos, lo más necesario en este momento es que se permita la entrada de alimentos, combustible y otros productos básicos en la región.
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La semana pasada, con motivo del Día Mundial de la Salud, escribí sobre la crisis multidimensional a la que se enfrenta la humanidad.
La guerra, la crisis climática y la COVID-19 están haciendo subir el precio de los alimentos y el combustible.
En el Cuerno de África y el Sahel hay un alto riesgo de que se produzca una hambruna; muchas personas padecen hambre o inseguridad alimentaria y cada vez son más las que se desplazan.
Me preocupa profundamente el impacto que tendrá esta situación no solo para la salud, sino para la seguridad nacional y regional en general.
La paz refuerza nuestra capacidad de avanzar en todos los frentes del desarrollo, mientras que los conflictos, por el contrario, lo dificultan todo.
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Ayer, la OMS inició el lanzamiento en todo el mundo de un curso de formación en línea para fomentar la comprensión y la promoción de los derechos humanos y la recuperación de las personas que viven con problemas de salud mental.
El curso se encuentra disponible en 11 idiomas y lo han completado casi 30 000 personas; nuestro objetivo es que esa cifra haya llegado a los 5 millones para finales de 2024.
No hay salud sin salud mental.
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Ahora me gustaría ceder la palabra al profesor Didier Houssin, Presidente del Comité de Emergencias del RSI sobre la COVID-19, para que realice algunas observaciones.
El profesor Didier Houssin toma la palabra
Muchas gracias, profesor Didier Houssin.
Fadela, le devuelvo la palabra.