A principios de enero, John tuvo una de las experiencias más aterradoras de su vida. Este mecánico de una comunidad rural en el estado de Edo, en el sur de Nigeria, contrajo la fiebre de Lassa.
«Tenía miedo de que la enfermedad me matara», explica John, que prefiere usar un seudónimo.
John decidió acudir a un hospital cercano a su casa, donde fue dado de alta pocos días después. Sin embargo, se seguía sintiendo mal, por lo que consultó a otro médico que, esta vez, consideró la posibilidad de que se hubiera contraído la fiebre de Lassa.
John fue trasladado al Instituto de Lucha contra la Fiebre de Lassa, un reconocido centro de tratamiento e investigación ubicado en el Hospital Universitario Especializado de Irrua, donde fue correctamente diagnosticado y tratado.
«Sangraba por la nariz, la boca y las orejas», recuerda John.
La fiebre de Lassa es una enfermedad vírica hemorrágica aguda que se transmite a través del contacto directo con sangre, orina u otras secreciones corporales de personas infectadas o por exposición a la orina o las heces de ratas infectadas.
John refiere: «Los médicos y las enfermeras eran muy buenos. Consiguieron que dejara de sangrar».
El Instituto de Lucha contra la Fiebre de Lassa de Irrua es el epicentro de la respuesta al peor brote de fiebre de Lassa registrado en Nigeria. Se encuentra en el estado de Edo, donde se han registrado más del 40% de los 365 casos confirmados. El hospital tiene una unidad especial de aislamiento para pacientes con la enfermedad.
El Dr. Sylvanus Okogbenin, Director médico en jefe del Hospital Universitario Especializado de Irrua, explica: «En el servicio de enfermedades infecciosas solemos admitir a un máximo de 24 pacientes, pero a veces albergamos a 45 a la vez. Hemos tenido que habilitar nuevas salas en edificios que todavía están en construcción».
Además, se están equipando las tiendas de aislamiento instaladas recientemente por la Alianza para la Acción Médica Internacional (ALIMA) para tratar a más pacientes.
El personal del hospital se ve obligado a alargar sus jornadas debido al drástico aumento de la carga de trabajo.
La auxiliar de enfermería Patience Osobase explica: «Llegas para trabajar el turno de mañana pero terminas quedándote por la tarde. Nos falta personal».
Ningún trabajador del Instituto ha contraído la fiebre de Lassa, pero 16 trabajadores sanitarios nigerianos se han infectado y cuatro de ellos han fallecido. El hospital sigue un protocolo para evitar el contagio de pacientes al personal, pero la enorme carga de trabajo ha puesto en jaque estos procedimientos.
El Centro de Control de Enfermedades de Nigeria (NCDC) dirige la respuesta al brote de fiebre de Lassa, en colaboración con los ministerios nacionales de salud y los departamentos de salud locales.
El Dr. Chikwe Ihekweazu, Coordinador Nacional y Director Ejecutivo del NCDC, señala: «El Centro de Control de Enfermedades de Nigeria ha elevado la respuesta a este brote al nivel más alto. Hemos activado nuestro Centro de Operaciones de Emergencia y estamos haciendo todo lo posible para responder al brote».
El NCDC, la Organización Mundial de la Salud y otros asociados han enviado personal para ayudar al instituto de Irrua. Kevin Ousman, experto de la OMS en control y tratamiento de infecciones, está trabajando con trabajadores sanitarios para que la infección no se propague dentro del centro.
Este experto explica: «Hemos aplicado algunas soluciones que, según creemos, pueden dar resultados rápidos, y ya se están introduciendo de forma urgente. También estamos ayudando a capacitar al personal para que se apliquen soluciones sostenibles en los consultorios».
La OMS está prestando apoyo a la respuesta, centrándose en reforzar la coordinación, la vigilancia, las pruebas analíticas, la gestión clínica, la participación de la comunidad y las medidas de prevención y tratamiento de las infecciones.
El Dr. Wondimagegnehu Alemu, Representante de la OMS en Nigeria, recuerda que «cuanto antes se inicie el tratamiento, mayores serán las posibilidades de supervivencia para los pacientes. Por tanto, es absolutamente necesario que llevemos a los pacientes lo más temprano posible a los centros de tratamiento».
John sabe que el inicio temprano del tratamiento le salvó la vida. El 15 de febrero, los médicos le comunicaron que ya no estaba infectado y le dieron de alta del hospital. Ahora está en casa, donde se dedica a dar paseos para recuperar fuerzas.
«Esta enfermedad no debería matar a nadie», dice John, que espera volver pronto al trabajo para ayudar a su anciana madre.