La noche que bombardearon su casa, Fatima Khider Thanoon dormía en su cama.
“Me despertó el ruido de los bombardeos. Quise levantarme, pero no pude. Me sentía paralizada.”
Notó olor a pólvora. Había gente herida gritando a su alrededor, igual que ella. Sus voces apenas se podían oír entre el estrépito de las bombas.
“Al principio mis padres no sabían que estábamos heridos. Salieron a ver quién estaba herido y quién necesitaba ayuda, sin percatarse de que también nosotros estábamos heridos”, cuenta Fatima.
Cuando la encontraron, los padres de Fatima creyeron que se había quedado paralizada por el miedo. Entonces, un vecino que era médico la examinó y vio que necesitaba atención inmediata, así que su padre y sus hermanos la sacaron de casa en una manta y la llevaron a un hospital en un vehículo.
“Las calles estaban vacías, pero igualmente se percibía mucho miedo, y se oía el ruido de los aviones que sobrevolaban la ciudad. Los milicianos bloqueaban las carreteras para preguntar a dónde nos dirigíamos.”
Un cambio brusco de vida
Fatima estudiaba magisterio, pero sus planes se vieron truncados aquella noche y, según temía, para toda la vida. Después de recibir tratamiento en el hospital, regresó a casa y permaneció acostada e inmóvil durante siete meses, deprimida y convencida de que nunca volvería a andar.“Cuando me quedé discapacitada, mi vida cambió por completo. No era consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Cuando alguien me hablaba, yo le respondía, pero vagamente, sin prestar atención”, dice Fatima.
Sin embargo, la familia de Fatima, sobre todo sus cuatro hermanos, se negaban a perder la esperanza. La animaban a ponerse de pie, una y otra vez, sosteniéndola físicamente, aunque ella siempre se desmoronaba.
“Me decían que si tenía fuerza de voluntad me curaría, pero no les creía. No creía a mi familia. No creía a mi médico. No sentía que algún día pudiera mejorar.”
Pero la perseverancia de sus hermanos acabó dando sus frutos. Un día, durante unos segundos, Fatima se mantuvo de pie.
“Me sentí aliviada y feliz”, confiesa.
Pasos hacia la recuperación
Después de aquel logro, se le recomendó que se sometiera a rehabilitación. Fatima pensó que no tenía nada que perder.Actualmente, sigue intentando dar pasos para recuperarse. Cada dos días su madre la lleva al Ninewah Rehabilitation Hospital, al este de Mosul, financiado por la OMS.
Llegar al hospital es también una odisea. Fatima camina lentamente con la ayuda de un andador por el recinto del hospital hasta la sala de rehabilitación. Allí recibe la atención de un terapeuta y hace ejercicios para recuperar la fuerza. Pedalea en una bicicleta estática y hace abdominales.
Tras años de conflictos, la mayor parte de las instalaciones médicas de Mosul quedaron destruidas y el hospital tiene una enorme sobrecarga: en la unidad de rehabilitación se atienden hasta 100 pacientes al día.
“No tenemos tiempo material para atender a tantas personas, pero hacemos lo que podemos”, dice el Dr. Maher Alsamaq.
Muchos de los pacientes necesitan prótesis para sus extremidades y, dado que el hospital no dispone de una unidad de prótesis, la OMS ha concedido fondos para comprar sillas de ruedas y llevar a los pacientes a Sulaymaniyah para adaptar sus prótesis.
Los médicos de Fatima, satisfechos con su evolución, estiman que se recuperará totalmente y que la vida con la que siempre ha soñado se hará realidad. A medida que va recuperando su movilidad, aumenta su esperanza para el futuro.
“Seguiré acudiendo al hospital con la esperanza de mejorar y recuperarme del todo”, admite. “He notado una mejoría. Presiento que volveré a andar. Estoy feliz.”
La ayuda que destina la OMS a los servicios de rehabilitación en Iraq está financiada por las generosas donaciones del Gobierno de Italia.
Italia concede ayudas a los servicios de rehabilitación para las personas con discapacidades físicas - en inglés