Por qué es fundamental hablar de la pérdida de un bebé
El aborto es la causa más frecuente de pérdida de un bebé durante el embarazo. Aunque las estimaciones varían, Fundación March of Dimes, una organización dedicada a la salud materna e infantil, indica que el entre el 10% y el 15% de las mujeres que saben que están embarazadas sufren un aborto. La pérdida del embarazo se define de diferentes maneras en el mundo, pero en general se habla de aborto cuando un bebé muere antes de la 28.ª semana de embarazo y de muerte prenatal cuando un bebé muere a las 28 semanas de embarazo o después. Cada año hay 2,6 millones de mortinatos y muchas de estas muertes se pueden prevenir. Sin embargo, los abortos y las muertes prenatales no se registran sistemáticamente, ni siquiera en los países desarrollados, lo que lleva a pensar que las cifras todavía podrían ser más elevadas.
En todo el mundo, el acceso de las mujeres a servicios de atención de salud varía y, en muchos países, los hospitales y las clínicas carecen muy a menudo de recursos y personal. A pesar de lo diferente que puede ser la experiencia de perder un bebé, el estigma, la vergüenza y el sentimiento de culpa son características presentes en todo el mundo. Como muestran los siguientes relatos en primera persona, las mujeres que pierden su bebé tienen la impresión de que no deben expresar su aflicción, ya sea porque los abortos y las muertes prenatales todavía son frecuentes, o porque se percibe que son inevitables.
Las actitudes culturales y sociales ante la pérdida de un bebé pueden ser muy diferentes de un país a otro. En el África subsahariana, una creencia común es que la brujería o los espíritus malignos son la causa de la muerte prenatal.
Los abortos y las muertes prenatales pueden ser provocados por muchos factores, como anomalías fetales, edad de la madre e infecciones, muchas de las cuales son prevenibles, como el paludismo y la sífilis, pero a menudo es difícil determinar la causa exacta.
Para evitar un aborto, generalmente se recomienda tener una alimentación sana, hacer ejercicio, no fumar, no consumir drogas ni alcohol, limitar el consumo de cafeína, controlar el estrés y mantener un peso saludable. Se hace hincapié en los factores relacionados con el estilo de vida, lo cual, en ausencia de respuestas específicas, puede llevar a las mujeres a sentirse culpables y a pensar que han provocado ellas mismas el aborto.Como ocurre con otros problemas de salud, como la salud mental, que todavía se consideran un gran tabú, muchas mujeres dicen que, independientemente de su cultura, nivel de formación o educación, sus amigos y familiares no quieren hablar de la pérdida que han experimentado. Parece que está relacionado con el silencio que rodea el duelo en general.
Las muertes prenatales ocurren en etapas posteriores del embarazo, a partir de la 28.ª semana, según la definición de la OMS. Alrededor del 98% de las muertes prenatales se producen en países de bajos y medianos ingresos. Debido a la atención y la vigilancia deficientes durante el parto, una de cada dos muertes prenatales se produce durante el trabajo de parto, cuando muchas de ellas se podrían evitar si se mejora la calidad de los servicios. La prestación de servicios de calidad superior durante el embarazo y el parto podría prevenir más de medio millón de muertes prenatales en todo el mundo. Incluso en los países de ingresos altos, la calidad deficiente de la atención de salud es un factor que contribuye de manera significativa a las muertes prenatales. Existen medidas claras que se pueden adoptar para reducir el número de bebés que mueren durante el embarazo, por ejemplo, mejorar el acceso a la atención prenatal (en algunas regiones del mundo, las mujeres no ven a un agente de salud hasta que han pasado varios meses de embarazo), garantizar la continuidad de los servicios a través de una atención dirigida por la partera e introducir la atención comunitaria cuando sea posible. La inclusión del tratamiento de infecciones durante el embarazo, el seguimiento de la frecuencia cardíaca fetal y la vigilancia del trabajo de parto en un conjunto de servicios integrado podría salvar las vidas de 1,3 millones de bebés que, en caso contrario, fallecerían.
La forma en que se trata a las mujeres durante el embarazo está relacionada con sus derechos sexuales y reproductivos, sobre los cuales muchas mujeres en el mundo no tienen el control. En muchas regiones del mundo, la presión social puede llevar a las mujeres a quedarse embarazadas cuando todavía no están preparadas física o mentalmente. Aún en 2019, 200 millones de mujeres que desean evitar un embarazo no tienen acceso a métodos anticonceptivos modernos. Y cuando se quedan embarazadas, 30 millones de mujeres no dan a luz en un centro de salud y 45 millones de mujeres no reciben servicios de atención prenatal o reciben pocos, lo cual expone tanto a la madre como al bebé a un riesgo mucho mayor de complicaciones y muerte.
Las prácticas culturales como la mutilación genital femenina (MGF) y el matrimonio infantil perjudican enormemente la salud sexual y reproductiva de las niñas y la salud de sus bebés. Tener hijos demasiado pronto puede ser peligroso tanto para la madre como para el bebé. Las adolescentes (de edades entre 10 y 19 años) son más susceptibles de sufrir eclampsia o infecciones uterinas que las mujeres de 20 a 24 años, lo cual puede aumentar el riesgo de muerte prenatal. Los bebés cuya madre es menor de 20 años también son más propensos a tener un peso bajo al nacer, ser prematuros o padecer afecciones graves durante el primer mes de vida.
La MGF aumenta el riesgo de trabajo de parto prolongado y obstruido, hemorragia, desgarro grave y parto instrumental. El bebé es mucho más susceptible de necesitar ser reanimado al nacer y corre un riesgo elevado de muerte durante el trabajo de parto o después de nacer.
Sin embargo, muchas mujeres, incluso en países desarrollados con acceso a la mejor atención de salud, reciben una atención inadecuada después de perder un bebé. La terminología que se utiliza cuando se habla de los abortos o las muertes prenatales puede ser traumatizante en sí misma; por ejemplo, la mención de un «cuello uterino incompetente» o un «óvulo deteriorado» puede ser dolorosa.
En ocasiones, según la política del hospital, el cuerpo del bebé se trata como un desecho clínico y se incinera. A veces, cuando una mujer descubre que su bebé ha muerto, debe llevarlo en su vientre durante semanas antes de poder dar a luz. Aunque pueden existir razones clínicas para ello, es una situación angustiante para la mujer y su pareja. Incluso en países desarrollados, en ocasiones la mujer da a luz a su bebé muerto en la unidad de maternidad, rodeada de mujeres con bebés sanos, lo cual puede resultarle doloroso y recordarle su pérdida.
No todos los hospitales y clínicas pueden adoptar nuevas políticas o proporcionar más servicios. Esta es la situación en sistemas de salud desbordados. Sin embargo, no cuesta nada fomentar una mayor sensibilidad con las parejas en duelo y acabar con el tabú y el estigma vinculados al hecho de hablar de la pérdida de un bebé. Esto se refleja en algunas de las historias que se han presentado en este artículo.
El personal sanitario puede mostrar sensibilidad y empatía, validar los sentimientos de los padres, ofrecer información clara y comprender que los padres pueden necesitar un apoyo específico tanto para hacer frente a su pérdida como para intentar tener otro niño. Dispensar una atención de salud basada en los derechos humanos que sea pertinente desde el punto de vista sociocultural, respetuosa y digna es una condición tan necesaria como la competencia clínica cuando se desea prestar servicios de calidad a las madres y los recién nacidos.
