Datos y cifras
- El autismo —también denominado trastorno del espectro autista— agrupa un conjunto diverso de afecciones relacionadas con el desarrollo del cerebro.
- En 2021, aproximadamente 1 de cada 127 personas tenía autismo.
- Aunque las características pueden detectarse en la primera infancia, a menudo el autismo no se diagnostica hasta mucho más tarde.
- Las capacidades y las necesidades de las personas con autismo varían y pueden evolucionar con el tiempo. Si bien algunas personas con autismo pueden vivir de manera independiente, otras padecen discapacidades graves y necesitan atención y apoyo a lo largo de toda su vida.
- Las intervenciones psicosociales basadas en la evidencia pueden mejorar las aptitudes sociales y para la comunicación, y tener un impacto positivo en el bienestar y la calidad de vida tanto de las personas con autismo como de sus cuidadores.
- En aras de una mayor accesibilidad, inclusividad y apoyo, la atención a las personas con autismo debe ir acompañada de medidas en el ámbito comunitario y social.
Panorama general
Los trastornos del espectro autista (TEA) agrupan un conjunto diverso de afecciones que se caracterizan por algún grado de dificultad en la interacción social y la comunicación. Otras características son unos patrones atípicos de actividad y comportamiento, como dificultad para pasar de una actividad a otra, una gran atención a los detalles y reacciones poco habituales a las sensaciones.
Las capacidades y las necesidades de las personas con autismo varían y pueden evolucionar con el tiempo. Aunque algunas personas con autismo pueden vivir de manera independiente, otras con discapacidades graves necesitan atención y apoyo a lo largo de toda su vida. El autismo suele influir en la educación y las oportunidades de empleo. Además, impone exigencias considerables a las familias que prestan atención y apoyo. Las actitudes sociales y el nivel de apoyo prestado por las autoridades locales y nacionales son factores importantes que determinan la calidad de vida de las personas con autismo.
Las características del autismo pueden detectarse en la primera infancia aunque, a menudo, el autismo no se diagnostica hasta mucho más tarde.
Las personas con autismo a menudo tienen afecciones concurrentes, como epilepsia, depresión, ansiedad y trastorno por déficit de atención con hiperactividad. El nivel de funcionamiento intelectual varía mucho de un caso a otro, y va desde un deterioro profundo hasta casos con aptitudes cognitivas altas.
Epidemiología
Se calcula que, en todo el mundo, una de cada 127 personas tiene autismo (1). Esta estimación representa una cifra media, pues la prevalencia observada varía considerablemente entre los distintos estudios. No obstante, en algunos estudios bien controlados se han registrado cifras notablemente mayores. Hasta la fecha, se desconoce la prevalencia del autismo en muchos países de ingreso bajo y mediano.
Causas
La evidencia científica disponible indica que cabe la posibilidad de que existan numerosos factores, entre ellos los genéticos y ambientales, que aumenten la probabilidad de que un niño pueda tener autismo. Los estudios científicos muestran que la exposición a determinados factores ambientales parece ser más frecuente en niños con autismo o en sus progenitores. Estos factores incluyen la edad avanzada de los progenitores, diabetes materna durante el embarazo, exposición prenatal a contaminantes atmosféricos o determinados metales pesados, prematuridad, complicaciones graves en el parto y bajo peso al nacer.
Además, las investigaciones han analizado una posible relación entre el uso de diversos medicamentos durante el embarazo y un mayor riesgo de autismo. Por ejemplo, en el caso de los niños con autismo, parece más frecuente la exposición prenatal al valproato y la carbamazepina, que se usan contra las convulsiones.
Es necesario seguir investigando para comprender mejor el papel que desempeñan los distintos factores que parecen estar asociados a un mayor riesgo de autismo y su interacción con las variaciones genéticas.
Las investigaciones realizadas con distintos métodos a lo largo de muchos años han demostrado que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola no causa autismo (2,3). Más tarde se demostró que el estudio que se había interpretado indicaba la existencia de tal vínculo era erróneo y fraudulento. La revista que lo publicó lo retiró y el médico que lo había firmado perdió su licencia para ejercer la medicina. (4,5,6).
La evidencia también demuestra que otras vacunas infantiles no aumentan el riesgo de autismo. Una amplia investigación sobre el conservante tiomersal y el aditivo aluminio, que forman parte de algunas vacunas, llegó a la conclusión rotunda de que esos componentes de las vacunas infantiles no aumentan el riesgo de autismo.
Evaluación y atención
Desde la primera infancia y durante toda la vida, una amplia gama de intervenciones pueden optimizar el desarrollo, la salud, el bienestar y la calidad de vida de las personas con autismo. El acceso oportuno a intervenciones psicosociales tempranas basadas en la evidencia puede mejorar la capacidad de los niños con autismo para comunicarse eficazmente e interactuar socialmente. Se recomienda incluir el seguimiento del desarrollo infantil en la atención sistemática de la salud de la madre y el niño.
Una vez diagnosticado el autismo, es importante ofrecer al niño, al adolescente o al adulto con autismo, así como a sus cuidadores, información y servicios pertinentes, derivación a especialistas y ayudas prácticas, de acuerdo con sus necesidades y preferencias y en función de cómo evolucionen.
Las necesidades de atención de salud de las personas con autismo son complejas y requieren una serie de servicios integrados, que abarcan la promoción de la salud, la atención y la rehabilitación. Es importante la colaboración entre el sector de la salud y otros sectores, en particular los relacionados con la educación, el empleo y la asistencia social.
En el diseño y la implementación de las intervenciones dirigidas a las personas con autismo y otras discapacidades del desarrollo deben participar personas que vivan con esos trastornos. A fin de lograr más accesibilidad, inclusividad y apoyo, la atención debe ir acompañada de medidas en el ámbito comunitario y social.
Derechos humanos
Todas las personas, incluidas las personas con autismo, tienen derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental.
Sin embargo, las personas con autismo a menudo son objeto de estigmatización y discriminación, que incluye la privación injusta de atención de salud, educación y oportunidades para participar en sus comunidades.
Las personas con autismo tienen los mismos problemas de salud que la población general. No obstante, también pueden tener necesidades específicas de atención de la salud relacionadas con el autismo u otras afecciones concurrentes. Pueden ser más vulnerables a padecer enfermedades no trasmisibles crónicas debido a factores de riesgo como inactividad física o malas preferencias dietéticas, y corren mayor riesgo de sufrir violencia, lesiones y abusos. Las personas autistas tienen más probabilidades de morir prematuramente.
Al igual que el resto de individuos, las personas con autismo necesitan servicios de salud accesibles para sus necesidades de atención de salud generales, en particular servicios de promoción, prevención y tratamiento de enfermedades agudas y crónicas. Con todo, en las personas con autismo, las tasas de necesidades de atención médica insatisfechas son más elevadas que en el caso de la población general. Estas personas también son más vulnerables durante las emergencias humanitarias. Un obstáculo frecuente radica en los conocimientos insuficientes y las ideas equivocadas que los proveedores de atención de salud tienen sobre el autismo.
Resolución de la OMS sobre los trastornos del espectro autista
En mayo de 2014, la 67.ª Asamblea Mundial de la Salud adoptó la resolución titulada Medidas integrales y coordinadas para gestionar los trastornos del espectro autista, que apoyaron más de 60 países.
En la resolución se insta a la OMS a colaborar con los Estados Miembros y organismos asociados en el fortalecimiento de las capacidades nacionales para abordar los TEA y otros problemas del desarrollo.
Respuesta de la OMS
La OMS y sus asociados reconocen la necesidad de fortalecer la capacidad de los países para promover una salud y un bienestar óptimos para todas las personas con autismo. Los esfuerzos de la OMS se centran en:
- aumentar el compromiso de los gobiernos de tomar medidas para mejorar la calidad de vida de las personas con autismo, en consonancia con el marco de acción esbozado en el documento de la OMS y el UNICEF titulado Global report on children with developmental disabilities: From the margins to the mainstream;
- proporcionar orientación sobre políticas y planes de acción que aborden el autismo en el marco más amplio de la salud, la salud mental y cerebral y las discapacidades;
- contribuir a fortalecer la capacidad del personal de salud para proporcionar una atención adecuada y eficaz a las personas con autismo y promover normas óptimas para su salud y bienestar; y
- fomentar los entornos inclusivos y favorables para las personas con autismo y otras discapacidades del desarrollo y prestar apoyo a sus cuidadores.
En el Plan de Acción Integral de la OMS sobre Salud Mental 2013–2030 y el Plan de Acción Mundial Intersectorial sobre la Epilepsia y Otros Trastornos Neurológicos se hace un llamamiento a los países para que aborden las considerables deficiencias actuales en la detección temprana, atención, tratamiento y rehabilitación de trastornos mentales y alteraciones del desarrollo neurológico, entre los que se incluye el autismo. Asimismo, se pide a los países que aborden las necesidades sociales, económicas, educativas y en materia de inclusión, de las personas que viven con trastornos mentales y neurológicos, así como de sus familias, y que mejoren las actividades pertinentes de vigilancia e investigación.
Referencias
- Seattle: Institute for Health Metrics and Evaluation; 2024 (https://vizhub.healthdata.org/gbd-results/).
- Di Pietrantonj, C., Rivetti, A., Marchione, P., Debalini, M. G., & Demicheli, V. (2021). Vaccines for measles, mumps, rubella, and varicella in children. The Cochrane database of systematic reviews, 11(11), CD004407. https://doi.org/10.1002/14651858.CD004407.pub5
- Taylor, L. E., Swerdfeger, A. L., & Eslick, G. D. (2014). Vaccines are not associated with autism: an evidence-based meta-analysis of case-control and cohort studies. Vaccine, 32(29), 3623–3629. https://doi.org/10.1016/j.vaccine.2014.04.085
- Wakefield's affair: 12 years of uncertainty whereas no link between autism and MMR vaccine has been proved. Maisonneuve H, Floret D. Presse Med. 2012 Sep; versión en francés (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22748860).
- Lancet retracts Wakefield’s MMR paper. Dyer C. BMJ 2010;340:c696. 2 de febrero de 2010 (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20124366/)
- Kmietowicz Z. Wakefield is struck off for the «serious and wide-ranging findings against him» BMJ 2010; 340 :c2803 doi:10.1136/bmj.c2803 (https://www.bmj.com/content/340/bmj.c2803)