Autismo

17 de septiembre de 2025 | Preguntas y respuestas

El autismo —también denominado trastorno del espectro autista— agrupa un conjunto diverso de afecciones relacionadas con el desarrollo del cerebro. Aunque las características pueden detectarse en la primera infancia, a menudo el autismo no se diagnostica hasta mucho más tarde.

El autismo se caracteriza por algún grado de dificultad en la interacción social y la comunicación. Otras características son unos patrones atípicos de actividad y comportamiento; por ejemplo, dificultad para pasar de una actividad a otra, una gran atención a los detalles y reacciones poco habituales a las sensaciones.

Las capacidades y las necesidades de las personas con autismo varían y pueden evolucionar con el tiempo. Aunque algunas personas con autismo pueden vivir de manera independiente, otras necesitan atención y apoyo a lo largo de toda su vida. La inclusión en la educación y el empleo significativo son derechos fundamentales de todas las personas, incluidas las personas con autismo. Las actitudes sociales y el nivel de apoyo y los servicios que prestan las autoridades locales y nacionales son factores importantes que determinan la calidad de vida de las personas con autismo.

Según los estudios, se estima que 1 de cada 127 personas es autista. Esta estimación representa una cifra media, pues la prevalencia observada varía considerablemente de un estudio a otro. 

El nivel de funcionamiento intelectual varía enormemente entre las personas con autismo y puede ir desde una deficiencia profunda hasta una elevada capacidad de funcionamiento. Se estima que alrededor del 50 % de las personas con autismo tienen discapacidad intelectual. 

Identificar el autismo es difícil antes de los 12 meses de edad, aproximadamente, pero a los 2 años de edad ya suele ser posible realizar un diagnóstico. Los rasgos característicos que indican el inicio del trastorno incluyen un retraso o una regresión en el desarrollo de las habilidades lingüísticas y sociales y patrones de comportamiento repetitivos.

Los progenitores y otros cuidadores desempeñan un papel esencial en la tarea de promocionar el desarrollo y el bienestar de su hijo con autismo al ofrecerle entornos enriquecedores y estimulantes en el hogar y oportunidades para participar en actividades familiares y cotidianas. Pueden ayudar a garantizar su acceso a la salud, la educación y otros servicios y oportunidades que están a disposición de todos los niños de sus comunidades.

Es importante que los trabajadores de la salud reciban capacitación sobre el autismo y los cuidados centrados en la persona y en la familia de modo que puedan reconocer y valorar la neurodiversidad y apoyar a las personas con autismo y a sus cuidadores de la manera más adecuada posible y que les permita reaccionar a las necesidades de esas personas. Reconocer las preferencias y las necesidades de las personas es importante, como también lo es promover la toma de decisiones informadas y la autonomía. Es igualmente importante la colaboración entre el sector de la salud y otros sectores, en particular la educación, el empleo y la asistencia social.

La evidencia científica parece indicar que varios factores, tanto genéticos como ambientales, contribuyen a la aparición del autismo al influir en el desarrollo temprano del cerebro.

Los estudios muestran una mayor probabilidad de autismo en las familias en las que uno de sus miembros tiene autismo, y particularmente en los gemelos idénticos.

De los estudios científicos se desprende que la exposición a determinados factores ambientales parece más frecuente en el caso de los niños con autismo o de sus progenitores. Estos factores incluyen la edad avanzada de los progenitores, diabetes materna durante el embarazo, exposición prenatal a contaminantes atmosféricos o determinados metales pesados, prematuridad, complicaciones graves en el parto y bajo peso al nacer.

Además, las investigaciones han analizado una posible relación entre el uso de diversos medicamentos durante el embarazo y un mayor riesgo de autismo. Por ejemplo, en el caso de los niños con autismo, parece más frecuente la exposición prenatal al valproato y la carbamazepina, que se usan contra las convulsiones.

Es necesario seguir investigando para comprender mejor el papel que desempeñan los distintos factores que parecen estar asociados a un mayor riesgo de autismo y su interacción con las variaciones genéticas. El autismo no es el resultado de una mala crianza o de vacunas y componentes de las vacunas, y no está relacionado con la dieta. Tampoco es una infección y no puede transmitirse a otras personas. 

No. Numerosos estudios demuestran que las vacunas no causan autismo. Muchos estudios de envergadura y gran calidad realizados en diferentes países y en los que han participado un gran número de personas han llegado a la misma conclusión. 

Las investigaciones realizadas con distintos métodos a lo largo de muchos años han demostrado que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola no causa autismo. El estudio que se interpretó indicaba la existencia de tal vínculo demostró más tarde ser erróneo y fraudulento. La revista que lo publicó lo retiró y el médico que lo había firmado perdió su licencia para ejercer la medicina.

La evidencia también demuestra que otras vacunas infantiles no aumentan el riesgo de autismo. Una amplia investigación sobre el conservante tiomersal y el aditivo aluminio, que forman parte de algunas vacunas, llegó a la conclusión rotunda de que esos componentes de las vacunas infantiles no aumentan el riesgo de autismo.